En este mundo de locos, Flavio Bánterla quiere parar el tiempo, bajar la luz y llegar a algo más hondo que una sensación melódica estética. Por eso, fruto del destino, el italiano cambió Verona y Padua por el País Vasco. Del rock progresivo con l’ombreraya al folk con Trainsalpine Boys (que le vale el primer premio del concurso Pop Rock Ciudad de San Sebastián en 2009) y llegando al “pop emocional y furioso” de El octavo árbol (el proyecto más personal antes de su carrera en solitario), la forma de componer del artista evoluciona hacia tonos luminosos y armonías clásicas, apoyadas en arreglos de orquesta y sintetizadores.
Su primer disco en solitario, Mystic Pop (Warner Music, 2018), transmite toda la intensidad de su búsqueda estética y personal, impulsada por la visión de una felicidad al alcance de todo el mundo. Es un conjunto de canciones singulares, fáciles de escuchar, que encierran códigos secretos. ¿Se puede alcanzar una felicidad continua, sin razones concretas? ¿Qué sucede cuando desconectamos la mente y nos dejamos llevar por la música? ¿Quiénes somos más allá de nuestras creencias? De esto hablan las canciones del disco: espacios de paz descritos de forma sugerente, composiciones dirigidas a las personas que disfrutan de la belleza e intuyen que, muy cerca, existe algo grandioso. El primer single de Mystic Pop, L.I.G.O., es la conversación entre dos agujeros negros que están a punto de fundirse. Es la canción más popular del disco, con más de 300.000 escuchas en Spotify.